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4/20/2015

Molly

La MDMA (3,4-metilendioximetanfetamina), comúnmente conocida como éxtasis y más recientemente como “Molly”, es una droga sintética psicoactiva y similar al estimulante metanfetamina y al alucinógeno mezcalina. Causa un efecto vigorizante, euforia, calidez emocional, empatía hacia los demás, y distorsiones en la percepción sensorial y del tiempo.
Inicialmente, la MDMA fue popular entre los adultos jóvenes y adolescentes blancos en los clubes nocturnos o en “raves” (fiestas de baile de larga duración), pero ahora la droga afecta a una gama más amplia de usuarios y grupos étnicos.

¿Cómo se abusa la MDMA?

La MDMA se toma por vía oral, generalmente en forma de cápsula o pastilla. El término popular “Molly” (argot para “molecular”) se refiere a la forma de polvo cristalino puro de la MDMA, que por lo general se vende en cápsulas. Sus efectos duran aproximadamente de 3 a 6 horas, aunque no es raro que los usuarios repitan la dosis cuando los efectos de la primera dosis comienzan a disiparse. Comúnmente se toma en combinación con otras drogas. Por ejemplo, algunos hombres homosexuales y bisexuales que viven en áreas urbanas informan que consumen la MDMA como parte de sus experiencias con diversas drogas, entre ellas, la cocaína, GHB, metanfetamina, ketamina y el medicamento para la disfunción eréctil llamado sildenafil (Viagra).

¿Cómo afecta la MDMA al cerebro?

La MDMA actúa aumentando la actividad de tres neurotransmisores: la serotonina, la dopamina y la norepinefrina. Los efectos emocionales y sociales de la MDMA probablemente son causados directa o indirectamente por la liberación de grandes cantidades de serotonina, la cual influye en el estado de ánimo (así como en otras funciones tales como el apetito y el sueño). La serotonina también desencadena la liberación de las hormonas oxitocina y vasopresina, que juegan un papel importante en el amor, la confianza, la excitación sexual y otras experiencias sociales. Esto puede explicar los sentimientos característicos de empatía y cercanía emocional producidos por la droga. Los estudios realizados tanto en ratas como en humanos han demostrado que la MDMA eleva los niveles de estas hormonas.
Sin embargo, el aumento de la serotonina causada al tomar MDMA agota el suministro en el cerebro de esta sustancia química importante, provocando secuelas negativas, incluyendo confusión, depresión, problemas para dormir, deseo vehemente de consumir la droga y ansiedad. Estos problemas se pueden presentar poco tiempo después de consumir la droga o hasta días o semanas después.
Algunos consumidores establecidos de la MDMA pueden experimentar confusión duradera, depresión, trastornos del sueño, y problemas de atención y memoria, aunque es posible que algunos de estos efectos se deban al consumo de otras drogas en combinación con la MDMA (especialmente la marihuana).

¿Es adictiva la MDMA?

Hasta ahora, las investigaciones sobre las propiedades adictivas de la MDMA han tenido resultados variables, pero sí sabemos que algunos usuarios informan tener síntomas de dependencia, incluyendo el consumo continuado a pesar de conocer el daño físico o psicológico, tolerancia (o la disminución de la respuesta a la droga) y los efectos del síndrome de abstinencia.
La MDMA afecta a los mismos sistemas de neurotransmisores que las otras drogas adictivas. Si bien los experimentos han demostrado que los animales se auto-administran MDMA, lo que es un indicador importante del potencial de abuso de una droga, el grado de auto-administración es menor que con otras drogas ilícitas como la cocaína.

¿Qué otros efectos adversos para la salud tiene la MDMA?

Muchos de los efectos físicos de la MDMA son iguales a los de otros estimulantes como la cocaína y las anfetaminas. Éstos incluyen aumento en la frecuencia cardiaca y la presión arterial, lo cual tiene un mayor riesgo en personas que tienen problemas circulatorios o enfermedades del corazón. Otros usuarios pueden tener síntomas como tensión muscular, contractura involuntaria de la mandíbula, náuseas, visión borrosa, mareos y escalofríos o sudoración.
En dosis altas, la MDMA puede alterar la capacidad del organismo de regular la temperatura. En ocasiones raras pero impredecibles, esto puede producir un aumento agudo de la temperatura corporal (hipertermia), que puede causar insuficiencia del hígado, de los riñones o del sistema cardiovascular, o incluso la muerte. La MDMA puede interferir con su propio metabolismo (es decir, su degradación dentro del organismo), haciendo que se acumulen concentraciones potencialmente peligrosas de la droga en el cuerpo si se toma repetidamente durante un periodo corto de tiempo.
Agravando los riesgos de la droga, está el hecho de que las pastillas de éxtasis e incluso las cápsulas supuestamente de “Molly” pura, a veces en realidad contienen otras drogas en lugar de o además de la MDMA. Éstas pueden incluir la efedrina (un estimulante), el dextrometorfano (un supresor de la tos), la ketamina, la cafeína, la cocaína, la metanfetamina, o incluso, más recientemente, las catinonas sintéticas (los ingredientes psicoactivos en las drogas conocidas como “sales de baño”). Estas sustancias son perjudiciales si se toman solas, pero pueden ser particularmente peligrosas cuando se mezclan con la MDMA. Los usuarios que combinan intencionalmente o no este tipo de mezcla con sustancias adicionales como la marihuana o el alcohol, pueden estar exponiéndose a un riesgo aún mayor de sufrir efectos adversos para la salud.
Por otra parte, los efectos de la MDMA que promueven el contacto cercano con otras personas y su consumo en contextos cargados de sexualidad (especialmente en combinación con el sildenafil) pueden alentar prácticas sexuales arriesgadas, las mismas que son un factor de riesgo para contraer o transmitir el VIH y la hepatitis.

¿La MDMA tiene algún valor terapéutico?

La MDMA se utilizó por primera vez en la década de los setenta, no como una droga recreativa, sino como una ayuda en la psicoterapia, aunque sin contar con el soporte de los ensayos clínicos ni la aprobación por parte de la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés). En 1985, la Administración para el Control de los Estupefacientes (DEA, por sus siglas en inglés) incluyó a la MDMA en la Categoría I de la Ley sobre Sustancias Controladas, es decir, como una droga con alto potencial de abuso y sin ningún uso medicinal reconocido. Algunos investigadores siguen interesados en su potencial terapéutico cuando se administra en condiciones cuidadosamente controladas. Actualmente se están realizando algunos ensayos clínicos en los que se la está probando como una posible ayuda farmacoterapéutica para el tratamiento del trastorno del estrés postraumático (TEPT o PSTD, por sus siglas en inglés) y de la ansiedad en pacientes con cáncer terminal.

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